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lunes, 26 de agosto de 2013

Leer entre líneas, ¡para entender mejor!

Artículo de Opinión

 

Por: Rolando Fernández


Eso es algo que muchos dominicanos debemos aprender, para poder formarnos juicios certeros sobre determinadas decisiones gubernamentales que se adoptan en el país, a pesar de las justificaciones detalladas que se esgrimen con regularidad.

Para nadie es un secreto aquí, las deficiencias que se han venido verificando durante los últimos lustros, por innúmeras razones, en términos de los controles pertinentes, respecto del accionar  que en todos los órdenes  se verifica de ordinario a nivel de las instituciones estatales nuestras.

Entre las causas más notorias cabe señalar: el nombramiento de personas ineptas en los puestos públicos, por razones politiqueras propiamente; apañamientos “compañeriles” de igual naturaleza; al igual que,  los niveles de salarios insuficientes que se pagan.

En la  administración de recursos humanos estatales, lo que prevalece normalmente es, buscarle un puesto a una persona para reciprocar afectos y apadrinamientos electorales; no es, procurar gente adecuada para los cargos.

Luego, eso provoca la falta de credibilidad que se tiene en los funcionarios y empleados públicos, a cuyo cargo están labores tan delicadas como esas de contraloría y auditoria, a lo fines de procurar manejos idóneos por completo en la administración pública; en el conjunto de las entidades adscritas a la misma.

El hecho de que el Gobierno actual, se haya inclinado por la creación de las llamadas comisiones de veeduría, conformadas por personalidades creíbles de la sociedad nuestra, que denotan cierto nivel de confianza, para funciones complementarias de supervisión, pone en evidencia la falta de buen funcionamiento, y hasta de disposición oportuna para las tareas de ese tipo, por parte de los organismos estatales de fiscalización gubernamental.

En el tenor de lo que se trata, el señor Gustavo Montalvo, ministro de la Presidencia, manifestó: “Los veedores, como no son funcionarios, pueden supervisar, desde una posición de independencia lo que hacen los servidores públicos. Sabemos que todo el mundo tiene una posición, y es bueno que los veedores tengan opiniones críticas para un ejercicio realmente democrático”. (Véase “Diario Libre”, del 3-8-13, página 08).

Ahora, habría que pensar en que, las opiniones críticas de personas no remuneradas, que serían más bien colaboradores aunque sean externadas en su momento, actuando como los ojos de la población, y que tienen otras ocupaciones profesionales,  habrían de gravitar muy poco, o de evitar acciones que se estimen como dolosas, en este escenario de lenidades e impunidad en que ha estado viviendo la sociedad dominicana durante los últimos años.

Pero además, labores de supervisión de ese tipo requieren de determinadas formaciones profesionales específicas, para estar en condiciones de enjuiciar la realización de transacciones financieras significativas, como de otras actividades, en el contexto de cada gestión presente, máxime cuando las mismas sean llevadas a cabo por instituciones estatales, en las que por lo regular rigen actitudes de carácter político, los dañosos tráficos de influencias, y hasta los solapamientos, en busca de reciprocidades; o, las no retaliaciones futuras posibles.

Tenemos entendido que, en el país aún no existe un marco jurídico normativo en base al cual se puedan regir las veedurías ciudadanas, lo que evidentemente limitaría el accionar en tal sentido por parte de las personas designadas.  Aunque creemos que, se tiene algo de eso a nivel del Senado de la República, como parte de un proyecto de ley que allí estaba cursando, que no sabemos si aún está pendiente de aprobación, o cuál ha sido su destino.

Además, se debe ponderar que, ya no estamos en los tiempos de las monarquías, en los que se ubican los orígenes de tales equipos de supervisión. ¡No es asunto hoy de observar viandas, nimiedades, u otras cosas que se parezcan! Por ello, se requiere en el presente para la realización de tales funciones, de capacidades muy definidas, inherentes a labores de fiscalización en alto grado.

Esa decisión gubernamental nuestra, de crear las denominadas comisiones de veedores, bien podría interpretarse como un paliativo, una forma de decirle a la población: miren, se está haciendo por lo menos el intento de tratar de frenar un poco el monstruo de la corrupción administrativa estatal en lo adelante, si es posible claro está.

Evidentemente, eso es algo que, la gente pensante, como es natural, lo pone muy en duda. Y es que, “de buenas intenciones está empedrado el camino que lleva al  infierno”, según reza una gran máxima añeja.

Partiendo de que pueda haber una real intención hacia el futuro en ese orden, las grandes preguntas obvias que se desprenden serían: a) ¿qué ocurrirá con lo ya pasado, en adición?; y, b) ¿continuará habiendo perdón e impunidad? ¡Importantes inquietudes a responder por parte de las presentes autoridades!

Entonces, hay que leer bien entre líneas, el mensaje que subyace en esa decisión de conformar las comisiones de veeduría ciudadana en la República Dominicana, para derivar conclusiones certeras.

Queda eso como tarea, ¡hagámoslo!

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