Tornatore se ha apuntado un buen tanto comercial en su país con ‘La mejor oferta’, un thriller con vocación comercial y reparto internacional en la que el director italiano, sin duda envarado en el recuerdo de su ‘Cinema Paradiso’ y las coordenadas que le dicta su particular estilo sentimental, se adentra en territorios del suspense pero sin renunciar a sus claves personales, esto es, precisamente ese estilo melodramático, romántico y abiertamente melancólico que recorre la espina dorsal de toda su filmografía.
Tampoco es la primera vez que Tornatore se adentra en otros géneros distintos a aquellos con los que se le asocia inmediatamente. Tampoco en las que realiza una cinta con vocación de género y reparto internacional (recuerden, o mejor no, ‘La leyenda del pianista en el océano’). Pero ‘La mejor oferta’ probablemente perdure más y mejor en la medida que esa bicefalia de géneros que nos propone no es al final tal cosa, y que incluso el estilo melodramático, teatral y lacrimógeno de su director ayuda a pegar ambos extremos, cuyas motivaciones al menos coinciden en lo fundamental.
Quizá el pegamento entre esa faceta romántica y la puramente misteriosa del filme sea un omnipresente y excelente Geoffrey Rush que se va ganando el favor del espectador a través del demasiado dilatado metraje. Virgil, ese especialista en reconocer falsificaciones artísticas incapaz de operar adecuadamente en el mundo real, nos guía por una historia de detectives contada como si fuera un romance maduro, o quizá con esa cinta romántica guiada por los impulsos de un thriller de misterio. Nos identificamos con el romance, sufrimos con sus decepciones, y pese a las pantomimas y marrullerías del realizador, aceptamos la metapelícula sobre la autenticidad de lo falso que nos propone al final. Al fin y al cabo y durante gran parte de la película, que obedece a ese mismo axioma, no sabemos muy bien en qué va a resultar el desenlace, lo que redunda en el interés de la trama, y casi siempre disfrutamos con la atmósfera lánguida y sensiblera de Tornatore. Bien.
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