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sábado, 6 de julio de 2013

Otra secuela del modernismo nuestro

Artículo de Opinión

 

Por: Rolando Fernández


La irresponsabilidad campea por doquier en este país.  Ya las palabras empeñadas, tal como suele decirse, ni tampoco los acuerdos formales se respetan, aún medie la entrega de honorarios por adelantado, cuando de realizar algún tipo de labor profesional o técnica se trate.
Cunde el temor, en el momento de presentarse la necesidad de solicitar los servicios de alguien, cuando se hace imprescindible, máxime si hay que entregar alguna suma de dinero por anticipado.  Después de hacerlo, sólo resta cruzar los dedos y sentarse a esperar, rogándole a Dios que la otra parte, la contratada,  cumpla con lo pactado.
Esa es una situación que, lamentablemente, se viene dando en el marco degenerativo que hoy caracteriza a la sociedad dominicana, producto por un lado, de una democracia mal asimilada, en la que se ignoran los deberes y los principios morales. Y por el otro, de la adhesión a los nuevos patrones de comportamiento inducidos, y las lenidades judiciales que rigen en esta nación. Ya, tanto el sentido de responsabilidad que debe ser inherente a las personas, como la proclividad a cumplir con lo acordado, se han perdido entre  nosotros.
Para que un gran segmento de la sociedad dominicana, se incline por honrar los compromisos asumidos, menos aún si median factores de índole financiero - entrega previa de dinero, por ejemplo -, se tiene que recurrir con regularidad a acciones de orden compulsivo, incluidas las amenazas de corte legal, y hasta personales, para poder lograr algún resultado favorable.
Cuando se trata de comparar las actitudes de cumplimiento fiel, que otrora caracterizaban a los dominicanos, aunque siempre los ha habido sinvergüenzas y charlatanes, que  provocan el tener que ser sometidos a la obediencia, o las instancias judiciales correspondientes, el parangón con respecto a lo que hoy en  verdad ocurre, desborda las expectativas; y, avergüenza a cualquiera que aún conserve como modelo, aquellas normas de conducta loables atribuibles a los hombres y mujeres del pasado nacional.
Es una lástima el tener que expresarse así, con relación a la gran mayoría de los dominicanos de hoy. Pero, ésa es una cruda realidad, ¡muy fehaciente!, deleznable y dolorosa,  con presagios de hacerse más pronunciada cada vez, por lo que a diario se observa en esta República, que se ha ido quedando ya, huérfana de principios y valores humanos.

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