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martes, 16 de julio de 2013

Precisiones que resultan necesarias

Artículo de Opinión

 

Por: Rolando Fernández


En verdad, hay trabajos periodísticos que, por su contenido, plantean de inmediato al lector acucioso, algunas interrogantes relativas, en relación directa con lo expresado; más aún, en aquellos que han tenido la oportunidad de hurgar anteriormente sobre la temática tratada.

En el medio “Diario Libre”, edición de fecha 6-7-13, página 12, aparece una interesante publicación, bajo la firma de Pedro Mendoza, intitulada, “Conspiración para matar física o moralmente”, en la que se incluyen algunas explicaciones y aspectos conceptuales con respecto al “Yo” y a la personalidad, en línea con la actitud que envuelve el título que encabeza, que a nuestro humilde entender chocan con otras concepciones de carácter más profundo, sobre todo aquellas que se enmarcan dentro del ámbito esotérico; y que por consiguiente, mueven a hacer determinadas precisiones.

Cuando se habla del “Yo”, el “yo, y la personalidad en ese contexto, siempre la han establecido las diferencias correspondientes. Si del Primero se trata, se tiene por entendido que pertenece al “verdadero hombre”, que ocupa un cuerpo físico para expresarse terrenalmente; entidad espiritual, fragmento de la Divinidad Suprema (Ego Superior), a través de uno de sus Atributos carnales, los humanos.

El segundo, es totalmente inherente a esa especie, producto de la interacción espíritu-materia, como de los condicionamientos mentales inducidos, tanto a nivel de las tribus familiares, como de las sociedades en general. Es el acopio de los aprendizajes y experiencias que el plano terrenal  ofrece.

Los hombres en verdad somos, “seres espirituales tras una experiencia humana; contrario a lo se cree con regularidad, humanos en busca de una experiencia espiritual”. Esa puede ser la una de causas de la confusión con respecto a los dos “yoes” (Yo Superior, yo inferior). Es muy grande la distancia entre los dos.

Se concibe como cierto que, según se consigna en el trabajo citado, lo dijera Freud, “el Yo es el director racional de la personalidad”. Pero, eso es, siempre y cuando ésta se lo permita,  el ego opte por acallarse. También, lo expresado por  Murphy Murray, “El Yo es el que organiza nuestra conducta, razona y selecciona de manera consciente como deberíamos actuar”. Obvio que,  bajo esa misma condición.

Ahora, la dirección del Yo está en relación directa con las características propias de la corriente de vida previamente diseñada para cada ser humano en particular; y no sería el Yo, por su origen divino,  “quien modifica o hace que dejemos para luego los impulsos nocivos, torvos, perversos y miserables que nos incitan a actuar contra alguien”. Nunca podría ser concebible así, por su naturaleza.

Lo que sí siempre trata de hacer el mismo, no es posponer esos comportamientos impropios, es impedir que el “yo”, o personalidad humana, se incline por actuar de esa manera, a través de la voz silente, y la inducción continua del mismo, que provienen del interior humano.

Ese “yo”, o ego inferior, sí es que se encarga de violentar la Voluntad divina en cuanto a lo que debería ser la  forma de vida a observar por cada uno de los hombres  en particular, conforme la Misión de expresión divina encomendada, como las cargas kármicas programadas para conquistar.

Es por ello que, resultaría fácil inferir que tanto Freud como Murphy,  se referían, de acuerdo con  las citas incluidas, al Yo Superior, no al ego, o personalidad como director, que siempre lo que anda es en pos  de tratar de imponerse, creyéndose el verdadero ser, cuando no es más que falso, y que se alimenta con el propio pensamiento humano, en base al cual  también se le puede doblegar.

Finalmente, no creemos que el Yo pueda ser débil alguna vez, por su esencia divina, sino que estará en condiciones de lidiar, y vencer todos los impulsos “nocivos, malignos y perversos” que puedan provenir de  donde fuere. ¡Siempre toda fortaleza le será inherente!

El “yo inferior”,  sí que  puede acogerlos en su totalidad, y fortalecerse cada vez en términos negativos, con sus efectos dañosos a nivel de la personalidad ostentada por los hombres. Pero ése, también se puede enmendar, doblegar con cierta facilidad, cuando le acosa una proposición, una voluntad humana consistente, en la medida en que va aflorando la concienciación sobre la verdadera naturaleza de todas las personas - espiritual -.

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