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jueves, 20 de junio de 2013

Humanos y hermanos somos todos


Artículo de opinión

 

Por: Rolando Fernández


¿Por qué discriminar a otras personas? Es la pregunta que todo ser buen juicioso debería hacerse, cuando le asalta la idea del desprecio hacia los demás; de mirar a cualquier congénere por encima de los hombros, como se dice popularmente, sintiendo que se es superior, por el color de la piel, posición económica alcanzada, grado académico logrado, etc.

Craso error, y grandes sorpresas de ordinario les esperan a quienes así proceden. Pues, olvidan aquella aseveración bíblica, apocalíptica para el ego humano de que, “todo ello es vanidad y aflicción de espíritu” (Eclesiastés 1-14).

Jamás piensan pues, que todo se esfuma, o se desvanece; en que, cualquier ser humano siempre es importante y necesario, al margen de la condición económica, racial o educativa que tenga,  en determinados momentos o circunstancias

Un negro, depauperado, y sin ningún tipo de preparación, por poner un ejemplo extremo para muchos, resultaría imprescindible  dando apoyo,  o aportando a solucionar en ciertas situaciones momentáneas que se presentan, en las que probablemente, con todo el dinero del mundo, no se lograría resolver nada, sin su concurso oportuno.

Los casos más patéticos que se observan en ese orden, son aquellos que se verifican con respecto a los accidentes, o dolencias súbitas relacionados ambos con la salud, que requieren del auxilio compasivo inmediato por parte de los presentes, en el mismo instante de las ocurrencias, en los que sólo cuenta el amor fraternal, independientemente de cualquier otra condición personal que  se pueda tener o no.

Precisamente, y hablando de la tez oscura de en las personas, algo que llama poderosamente la atención a la gente que está consciente de su verdadera esencia espiritual, es el hecho de que, hasta para la filmación de anuncios publicitarios, de orientaciones médicas, o cualquier otro tipo de recomendación relativa a las necesidades humanas, siempre las elecciones para imágenes o fotografías a utilizar, nada más se corresponden con gente de piel blanca, con ojos verdes o azules.

Jamás se ven a los negritos con el pelo crespo (hombre, mujer o niño), posando para nada.  ¡Parece ser que éstos no son humanos!; que si les es levantada la piel negra, todo lo que se va a encontrar debajo de ésa, es diferente a lo que tienen los demás. ¡Cuán equivocados muchos viven!

Criticando sutilmente ese errado parecer, a alguien se le ocurrió escribir una vez, para ser cantada a nivel popular, la frase que reza: “Si Dios fuera negro mi compay, todo cambiaría”; agregándose que, hasta el color de Jesucristo y el de los Ángeles.

Claro, fue algo elaborado, en alusión al Dios inventado por los hombres, partiendo de la hechura a imagen y semejanza mal concebida, que una gran mayoría cree, tiene que ver con el aspecto del cuerpo físico humano, y el del Supremo Creador, lo cual es un error garrafal, ya que al Gran Arquitecto del Universo nadie que respire jamás lo ha visto. (S. Juan 1-18, Sagrada Biblia).

Por consiguiente, no se puede saber si es negro o blanco. Además,  no creemos que el hecho de que la  Energía Pura se considere blanca, sea motivo para pensar que Él lo sea, físicamente hablando. Ahora, con esa frase se trata de transmitir un mensaje reflexivo bien claro, en línea con la verdadera esencia humana - espiritual -.

Negros y blancos procedemos del mismo lugar, de igual Fuente. Lo demás, sólo representa adornos adicionales muy transitorios por cierto, inherentes a cada corriente de vida  en particular sobre el planeta Tierra.

Entonces, ¿por qué estar privando tanto? Primero, porque siempre se habrá de necesitar a la otra persona, sin importar que sea prieto, feo y pobre. Además que,  lo que hoy muy rimbombante le pueda tocar a uno, mañana le habrá de corresponder a otro en su corriente de vida transitoria también.

Por consiguiente, dejémonos de estar privando tanto, ¡que todos somos iguales! Un espíritu encarnado, con un cuerpo físico, y una personalidad pasajera, los dos; que lo que somos y tenemos, en verdad no nos pertenece. Sólo lo representamos, por disposición del verdadero Dueño de todo;  el que  expresa su Voluntad y se manifiesta a través nuestro, hasta un momento determinado, y previamente presupuestado; en el que inexorablemente, se habrá de retornar al mundo a que en realidad pertenecemos.

“Somos espíritus con experiencias humanas; no humanos con experiencias espirituales”, como bien lo señala un connotado autor.

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