Artículo de Opinión
Por: Rolando Fernández
En verdad, hay trabajos
periodísticos que, por su contenido, plantean de inmediato al lector acucioso,
algunas interrogantes relativas, en relación directa con lo expresado; más aún,
en aquellos que han tenido la oportunidad de hurgar anteriormente sobre la
temática tratada.
En el medio “Diario Libre”,
edición de fecha 6-7-13, página 12, aparece una interesante publicación, bajo
la firma de Pedro Mendoza, intitulada, “Conspiración para matar física o
moralmente”, en la que se incluyen algunas explicaciones y aspectos
conceptuales con respecto al “Yo” y a la personalidad, en línea con la actitud
que envuelve el título que encabeza, que a nuestro humilde entender chocan con
otras concepciones de carácter más profundo, sobre todo aquellas que se enmarcan
dentro del ámbito esotérico; y que por consiguiente, mueven a hacer
determinadas precisiones.
Cuando se habla del “Yo”, el
“yo, y la personalidad en ese contexto, siempre la han establecido las
diferencias correspondientes. Si del Primero se trata, se tiene por entendido
que pertenece al “verdadero hombre”, que ocupa un cuerpo físico para expresarse
terrenalmente; entidad espiritual, fragmento de la Divinidad Suprema (Ego
Superior), a través de uno de sus Atributos carnales, los humanos.
El segundo, es totalmente
inherente a esa especie, producto de la interacción espíritu-materia, como de
los condicionamientos mentales inducidos, tanto a nivel de las tribus
familiares, como de las sociedades en general. Es el acopio de los aprendizajes
y experiencias que el plano terrenal ofrece.
Los hombres en verdad somos,
“seres espirituales tras una experiencia humana; contrario a lo se cree con
regularidad, humanos en busca de una experiencia espiritual”. Esa puede ser la
una de causas de la confusión con respecto a los dos “yoes” (Yo Superior, yo
inferior). Es muy grande la distancia entre los dos.
Se concibe como cierto que,
según se consigna en el trabajo citado, lo dijera Freud, “el Yo es el director
racional de la personalidad”. Pero, eso es, siempre y cuando ésta se lo permita,
el ego opte por acallarse. También, lo
expresado por Murphy Murray, “El Yo es
el que organiza nuestra conducta, razona y selecciona de manera consciente como
deberíamos actuar”. Obvio que, bajo esa
misma condición.
Ahora, la dirección del Yo
está en relación directa con las características propias de la corriente de
vida previamente diseñada para cada ser humano en particular; y no sería el Yo,
por su origen divino, “quien modifica o
hace que dejemos para luego los impulsos nocivos, torvos, perversos y
miserables que nos incitan a actuar contra alguien”. Nunca podría ser
concebible así, por su naturaleza.
Lo que sí siempre trata de
hacer el mismo, no es posponer esos comportamientos impropios, es impedir que
el “yo”, o personalidad humana, se incline por actuar de esa manera, a través
de la voz silente, y la inducción continua del mismo, que provienen del
interior humano.
Ese “yo”, o ego inferior, sí
es que se encarga de violentar la Voluntad divina en cuanto a lo que debería
ser la forma de vida a observar por cada
uno de los hombres en particular,
conforme la Misión de expresión divina encomendada, como las cargas kármicas
programadas para conquistar.
Es por ello que, resultaría
fácil inferir que tanto Freud como Murphy,
se referían, de acuerdo con las
citas incluidas, al Yo Superior, no al ego, o personalidad como director, que
siempre lo que anda es en pos de tratar
de imponerse, creyéndose el verdadero ser, cuando no es más que falso, y que se
alimenta con el propio pensamiento humano, en base al cual también se le puede doblegar.
Finalmente, no creemos que el
Yo pueda ser débil alguna vez, por su esencia divina, sino que estará en
condiciones de lidiar, y vencer todos los impulsos “nocivos, malignos y perversos”
que puedan provenir de donde fuere. ¡Siempre
toda fortaleza le será inherente!
El “yo inferior”, sí que puede acogerlos en su totalidad, y
fortalecerse cada vez en términos negativos, con sus efectos dañosos a nivel de
la personalidad ostentada por los hombres. Pero ése, también se puede enmendar,
doblegar con cierta facilidad, cuando le acosa una proposición, una voluntad
humana consistente, en la medida en que va aflorando la concienciación sobre la
verdadera naturaleza de todas las personas - espiritual -.
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