Artículo de Opinión
Por: Rolando Fernández
Es evidente que, los hombres
preclaros advierten con facilidad, cuando dirigen y enseñan a los demás, el
comportamiento que luego pueden observar en el futuro muchos de sus seguidores,
y adeptos temporales a su filosofía de vida, por lo que siempre tratan de
elaborar frases alusivas, aplicables en el porvenir.
A propósito de eso, muy
oportuna en estos tiempos últimos resulta la publicación de esa máxima
reflexiva que plasmara el gran líder y maestro de tantos, Juan Bosch, a la que
ahora hace alusión en su pequeña columna, “Una reflexión”, con su análisis y
comentario respectivos, el señor Luis García, y que aparece en el medio “El
Día”, edición de fecha 17-6-13, “nadie
se muere de verdad si queda el mundo quien respete su memoria”.
El inmenso pensador que
llevaba el nombre de Juan Bosch, y creador de la frase señalada, fue fundador y
mentor, tanto del partido de Gobierno actual (PLD), como del mayoritario de
oposición (PRD), conocedor, por consiguiente, de la mayoría de sus miembros a
la sazón, y podía ver más allá de la curva, como se dice.
Y claro, un alto porcentaje de
aquellos se han olvidado casi por completo de los ideales cimeros de aquel
connotado literato, y gran zorro de la
política nacional. La predicción envuelta en dicha máxima, no podía fallar, al
menos, entre la mayoría de los partidarios que dentro del país le seguían.
La realidad es que,
interpretando lo dicho por el prócer nacional, ¡sí que le han dejado morir!,
sus pasados discípulos más allegados; y, todas esas alharacas protocolares en
ocasión de los aniversarios inherentes al mismo, tanto el correspondiente al
término de su vida física, como a los de algunas loables acciones de ése
durante su tránsito terrenal, no son más que actos demagógicos, para satisfacer
la vista de la sociedad dominicana, a manera de cumplido, ¡y nada más!
Ha quedado evidenciado por
completo que, lo que menos han hecho los miembros de las precitadas organizaciones
políticas por él creadas, es honrar su memoria; emular sus principios morales;
como, su gran nacionalismo a ultranza; y, el sólido sentir patriótico que le caracterizó.
Entonces, cualquiera se
preguntaría, para qué estar designando con su grandioso nombre, un hospital,
una universidad, calle, y sala para el desarrollo de actividades culturales,
etc., cuando el legado en favor de esta República que él supuso haber dejado -
todo el marco de un hombre digno de ser loado, y ejemplar ante su congéneres
compatriotas -, lo han tirado por la borda, y pisoteado sin control, probablemente,
de quienes menos lo esperó
De ahí que, con el amplio
sentido dado a la precitada frase, se infiere que el mismo advirtió, y predijo
a la vez, lo que podía venir: todo cuánto ha visto este pueblo, antes, y luego
de su desaparición física, con respecto al comportamiento de sus exalumnos, que
obviamente, eran los más llamados a
preservar su memoria, tanto durante su incapacidad físico-mental, como en su
ausencia póstuma.
¡Lamentablemente, sembró para
nada el profesor Bosch!
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